Baja California

Proponen nuevo enfoque para mayor cumplimiento de legislación ambienta

Sugieren aplicar economía del comportamiento para mejorar políticas públicas y motivar cambios en los ciudadanos

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por Uniradio Informa

01/02/2022 16:32 / Uniradio Informa / Baja california / Actualizado al 17/02/2023

Sugieren aplicar economía del comportamiento para mejorar políticas públicas y motivar cambios en los ciudadanos

TIJUANA.- La inspección y vigilancia como método para el cumplimiento de la legislación ambiental no ha sido plenamente exitoso, por lo que es tiempo de probar un enfoque nuevo, aplicando a las políticas públicas la economía del comportamiento, que podría motivar cambios en los ciudadanos.

Así lo afirmó José Carmelo Zavala Álvarez, director del Centro de Innovación y Gestión Ambiental (CIGA), destacando los aportes de Richard Thaler, el profesor de la Universidad de Chicago que introdujo el uso de herramientas de la psicología en la economía y ganó el Premio Nobel de Economía en 2017.

Recordó que Thaler demostró que la forma en que las personas toman decisiones no siempre es racional, aun cuando tengan información suficiente, por lo que se les puede dar un empujoncito o “nudge” para que tomen mejores decisiones, lo que ha permitido diseñar mejores intervenciones que contribuyen a mejorar vidas.

“La economía de comportamiento o economía conductual, combina conocimientos de sociología, psicología y economía; una de sus herramientas es el nudge o empujón, un mecanismo de la arquitectura de las decisiones que cambia la conducta del individuo con un grado de predictibilidad, sin necesidad de prohibir algo”, explicó.

Estos mecanismos, añadió José Carmelo Zavala, se acentúan en condiciones de estrés, porque los “errores” que se cometen por esos sesgos de comportamiento son sistemáticos, por lo que se pueden corregir con simples intervenciones que reorienten nuestras decisiones en la dirección deseada.

“Hoy buscamos aplicar estas herramientas para el cumplimiento de las regulaciones ambientales; la inspección y vigilancia, asociada a la capacidad de fuerza, al número de inspectores, el equipo técnico, el número de multas, infracciones y clausuras, como medida de éxito se convirtió en una paradoja y no ha sido satisfactoria”, opinó.

Este sistema de comando y control, agregó, no ha sido plenamente exitoso ni en Estados Unidos, que dispone de más recursos, pero las intervenciones basadas en economía del comportamiento podrían ser potentes herramientas de bajo costo para mejorar las políticas públicas, al conocer el modo en que la gente toma decisiones.

“Como ejemplo, basta citar el Superfund, para limpieza de sitios contaminados con residuos peligrosos, de los años noventa; en 10 años, se invirtieron miles de millones de dólares, pero el 70 por ciento se quedó en los abogados y solo 30 por ciento llegó realmente a la restauración de los sitios contaminados”, recordó Zavala Álvarez.

Añadió que los instrumentos económicos y financieros de mercado para acompañar a los sistemas de “comando y control” se han usado con mayor éxito en el modelo europeo, evolucionando con los años, con el etiquetado verde, los estímulos fiscales a producción o consumo limpio y, en los últimos años, con la economía circular.

El maestro en bioingeniería insistió en que la inspección y vigilancia para el cumplimiento de la regulación ambiental ha tenido pobres y distorsionados resultados, incluso en la forma de medir por número de faltas, los informes de número de sanciones, clausuras o multas, nada dicen de los resultados esperados.

El egresado del Programa de Estudios Avanzados en Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable LEAD-México, del Colegio de México, sugirió métricas de impacto ambiental positivo para los que sí cumplen, como kilowatts de energía, toneladas de dióxido de carbono o residuos, metros cúbicos de agua y metros de áreas verdes.

“El modelo que se elija para procurar el cumplimiento de la legislación ambiental requiere una adaptación o tropicalización local, propia de la comunidad, distinta de la escala nacional y los criterios internacionales, porque las características culturales distintas marcan la pauta del éxito y comprensión de los objetivos perseguidos”, dijo.

Valga la ironía, opinó, cuando a comunidades en México les resultan tan extrañas y ajenas las campañas de organismos internacionales sobre bolsas y popotes, cuando se les otorgan recursos relevantes para lo que localmente es una trivialidad, como resultado de sumarse a temas sin una reflexión sobre el interés local.

“Seguro nadie se declara públicamente en contra del medio ambiente o decide contaminar consciente o deliberadamente, de manera que un empujoncito puede ser la diferencia en cumplir o no la norma ambiental”, sostuvo José Carmelo Zavala.

Explicó que algunos de los sesgos conductuales más importantes son el exceso de confianza, el exceso de optimismo, expresado en una tendencia a subestimar la probabilidad de que ocurran eventos negativos y a sobreestimar la probabilidad de los positivos, así como la aversión a las pérdidas.

“En mucho ponderamos en la toma de decisiones nuestra negación a perder, la ponderamos aún más que las ganancias que podríamos obtener si corremos el riesgo, aunque ambas sean de la misma magnitud; una analogía similar se da al sobrevalorar el presente contra la posibilidad de imaginar un mejor futuro”, indicó.

El exceso de confianza, comentó, tiende a sobreestimar o exagerar nuestra propia capacidad para realizar de modo satisfactorio una tarea; para el individuo hasta puede resultar lejana la posibilidad de causar un daño mayor al medio ambiente y se dice a sí mismo que es poco el daño que causa o la contaminación que genera.

Zavala Álvarez afirmó que este obstáculo es un gigantesco reto para la construcción de conciencia ambiental con que se enfrenta la educación y cultura ambiental, cuando intenta “vender” un mejor y posible futuro, porque implica sacrificar el confort del presente, así que esta sigue siendo una gran tarea pendiente.

Desde luego que, finalizó, para intentar avanzar en el cumplimiento de la legislación ambiental, aún nos faltaría recorrer el menú de herramientas que la economía del comportamiento ofrece para aplicarse en políticas públicas como el encuadre, el mecanismo de compromiso, opciones predeterminadas y comparación social.

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