Columnas

Cara y cruz de la minería en México y Sonora

De acuerdo a cifras del INEGI, el PIB minero oscila entre el 2 y 3% del nacional y el 9 y 10% del sector industrial.
Minería Pexels

Por Germán Lohr Granich

Hablar de la minería en México y el mundo es adentrarse en la variopinta polémica con sus defensores y ardientes detractores como quizá no haya en el resto de la actividad económica por distintas razones.

De lo bueno poco, reza el refrán popular, digo esto porque hay que poner en su justa dimensión su relevancia en el territorio nacional, no se diga al interior del sector industrial y por sabido en el PIB nacional.

De acuerdo a cifras del INEGI, el PIB minero oscila entre el 2 y 3% del nacional y el 9 y 10% del sector industrial dada las oscilaciones de producción y precio de sus productos emblemáticos como el cobre, plata, oro y quizá más adelante el litio.

Nuestro papel es tan relevante y estratégico en el concierto de naciones que siempre andamos en los 10 primeros lugares como productores de los 17 minerales clave que mueven las economías.

Por supuesto, en nuestra entidad es más que notoria la actividad minera, la cual oscila entre el 10 y casi 20% del PIB estatal con más de 20 mil empleos directos y 100 mil más en proveeduría e indirectos.

Por lo tanto, la actividad minera no solo atrae divisas, empleos e inversión extranjera, sino impuestos y derechos no menores a las finanzas nacionales generando importantes polos de desarrollo en lugares donde en ocasiones no llega el desarrollo.

Del lado de lo malo, no todo es miel sobre hojuelas y su contracara también genera serios problemas ejidales, pero sobre todo ambientales ligados a la degradación de suelos, aire, ríos, flora y fauna sin dejar de mencionar la explotación exagerada del agua, un tema de primer orden.

Lo anterior se corrobora tanto en la explotación subterránea como a cielo abierto, ambas modalidades las tenemos en nuestro país y en Sonora en minas de cobre y oro por citar algunas.

Ambas tienen sus ventajas y desventajas en cuanto a peligros se refiere, inversiones riesgosas y costosas, temas ambientales y del agua sin duda, en pocas palabras cualquier inversión minera chica o grande tiene sus bemoles.

Pero bueno, el punto es que a jalones y estirones el sector ha venido avanzando después de la pandemia de COVID según lo documenta la Cámara Minera de México, muy a pesar de los escenarios mundiales recesivos en cuanto a producción y precios, así como los cambios al reciente marco legal en el país.

Según la CAMIMEX, se estiman montos superiores a 5200 millones de dólares de inversión en promedio en 2023, mucho menor por cierto a los más de 8 mil millones del boom del 2012, pero de real importancia para este sector.

En abono de lo antes dicho, conviene revisar los estudios recientes acerca de la minería en México a fin de visibilizar sus impactos a la luz de las recientes reformas a su marco legal de mayo del 2022 y hacer un balance de los aspectos actuales.

Hay bastante de qué hablar en cuanto a problemas de la tierra con ejidos y comunidades, transparencia en cuanto a concesiones mineras y de pozos con CONAGUA, agotamiento de mantos acuíferos, deforestación y lixiviados, no se diga daños a la salud pública

A más de 30 años de la aprobación minera de 1992 que otorgó a esta actividad el carácter de utilidad pública y preferente. Conviene sin ideologías de por medio hacer un balance equilibrado de la misma.

Si realmente queremos explorar y explotar el territorio con racionalidad y sustentabilidad, más nos vale dimensionar el manejo social y responsable de la actividad a futuro.

Espero que en las campañas que vienen nuestros candidatos se esmeren en propuestas que no sean más de lo mismo o lo mismo sin más.

HE DIXI