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Inteligencia Artificial y Realidad

El profesor es coordinador de Ingeniería Industrial en la Escuela de Ingeniería en CETYS Universidad Campus Tijuana.
CETYS Universidad Archivo

Por: Mtro. Roberto Salas Corrales, 
Coordinador de Ingeniería Mecánica en la Escuela de Ingeniería en CETYS Universidad Campus Tijuana.

BAJA CALIFORNIA.- Sin duda uno de los temas más efervescentes en los ámbitos profesionales y no profesionales es la Inteligencia Artificial (IA). Desde el coloquio de café en torno al poderío de la misma, hasta las interminables consideraciones académicas, el tema llama la atención de públicos de lo más diverso.

Compartiendo conversaciones con personas de diversos orígenes en mi mosaico territorial he podido escuchar, desde quien ni siquiera conoce el tema, hasta quien, con algunos encuentros inopinados con el mismo, le atribuye una potencia exacerbada.

Recordaba los principios de este siglo, cuando inicié a cambiar los paradigmas para elaborar programas de computadora del rígido esquema de instrucciones articuladas con la máxima precisión a formas de programación que operaban por reglas. Así, Eliza (el lector curioso puede revisar Wikipedia o fuentes de superior calidad) podía establecer un diálogo con un usuario que, en ciertos casos, pudiera simular los intercambios de mensajes actuales en aplicaciones ampliamente aceptadas para la comunicación contemporánea.

La Inteligencia Artificial, referida por Barr y Feigenbaum en 1981 es reconocida por su alcance en Psicología, Lingüística, Mineralogía, Ciencia de Materiales y hasta Derecho. De esta suerte, se podía someter a un programa elaborado con las estrategias de la Inteligencia Artificial un determinado número de frases de conocimiento para establecer una condición mediante reglas, un diagnóstico clínico, una condición de culpable no culpable, una posible combinación de insumos para crear un mineral... y a todos estos complejos de código se les atribuye el nombre de Sistemas Expertos. Llegué a escuchar la intención de que un Sistema Experto pudiera llevar a cabo tareas tan complejas como ordenar procesos bajo reglas de logística prescritas.

La Investigación en nuestros días ha llevado la Inteligencia Artificial al alcance de los dispositivos que hoy se consideran más ordinarios. Sin embargo, una pregunta subyace en los entornos del mosaico poblacional que refería líneas arriba, a saber:

¿Podrá la Inteligencia Artificial sustituir a los profesionales? Yo considero que una afirmación semejante es sobregirar su potencial. Desde su origen, la principal consideración ética del uso de la Inteligencia Artificial en las escuelas estipulaba (y espero que lo siga estipulando) que ningún dictamen del cual dependa la salud, la vida, la integridad, el derecho o los procesos de desarrollo humano en general deberán someterse a la Inteligencia Artificial. En cambio, los procesos de investigación que requieren fuertes cargas computacionales pueden asistirse (mas no dejarse totalmente a cargo) de agentes creados con Inteligencia Artificial. Curiosamente, en un curso de Matemáticas, demostré a los estudiantes con un ejemplo la debilidad del recurso ChatGPT para realizar cálculos confiables, el error ¡en una suma!

¿Debemos temer a la Inteligencia Artificial? Pienso que, mientras los valores universales (y hay tanto qué reflexionar al respecto) no se comprometan, es un auxiliar (subrayo) para que, junto con elementos más o menos confiables de información, se puedan tomar decisiones. De modo que sea contundente: se trata de un recurso, no de un sustituto de la responsabilidad individual o social.  
 

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