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Realidades alternas y voto ciudadano

Las precampañas están a punto de concluir y las campañas formales empezarán en marzo.

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por Manuel Valenzuela

15/01/2024 09:03 / Uniradio Informa / Columnas / Actualizado al 15/01/2024

Manuel Valenzuela V.

El acontecimiento político de mayor relevancia que tendrá lugar este año en México será sin duda la elección presidencial. Las fuerzas políticas se esfuerzan desde hace tiempo para convencer a los votantes de que tanto su candidato (candidata en este caso) como su proyecto son las mejores opciones para que el país avance y la calidad de vida de familias y personas mejore.

Los ciudadanos comunes y corrientes estamos recibiendo un bombardeo informativo y propagandístico que nos ofrece dos realidades alternas. Unos nos repiten hasta el cansancio que estamos muy bien y que el país ha experimentado estos últimos años una profunda transformación solo equiparable a la Independencia, la Reforma y la Revolución, por ello le llaman la Cuarta Transformación. Nos Invitan entonces a continuar por ese camino y evitar "regresar al pasado". En esta visión ellos se han apropiado del presente y del futuro, cualquier cambio es hacia atrás.

Otros, por el contrario, priorizan lo negativo de este gobierno y dejarán de lado lo positivo que para muchos mexicanos ha traído la presente administración a pesar de que no son pocos los que sienten que hoy están mejor que ayer. Como es lógico en la lucha electoral, la oposición pone en primer plano los grandes fracasos de la presente administración, que por cierto no son pocos: la política de "abrazos, no balazos" que ha empoderado como nunca al crimen organizado; el deterioro del sistema de salud; la desaparición de las guarderías, entre otros. La consecuencia lógica de esta otra visión es que debemos cambiar, recuperar lo bueno que se perdió, mientras se preserva de este gobierno solo lo que funciona -dice Xóchitl- como los programas sociales. 

Si tratamos de ser objetivos, encontraremos que hay parte de verdad en ambas posiciones, como también hay ocultamiento de parte de realidad por ambos lados. Se entiende que en la lucha electoral se destaque solo lo bueno propio y se exhiba lo malo del contrario, pero para el análisis serio, la realidad no es en blanco y negro, está compuesta de un tono de grises que no es fácil distinguir, menos en un ambiente tan polarizado como el que vivimos.

Es justo reconocer que este gobierno ha tenido aciertos: el incremento del salario mínimo, las trasferencias directas de dinero a sectores vulnerables y el incremento en el empleo explican que muchas personas sientan que hoy están mejor que hace seis años; la eliminación de la subcontratación que permitía violar derechos de los trabajadores y evadir impuestos; hacer que los grandes empresarios paguen sus impuestos y -muy importante- mantener los fundamentos de la economía sólidos (déficit fiscal manejable, nivel de deuda/PIB y de endeudamiento/PIB moderado, política monetaria prudente, etc.). Lo paradójico es que esto último, que es la base para mantener una economía estable, es una herencia del "neoliberalismo" que el presidente tanto combate. 

Pero cómo negar que el país se ha militarizado, que el crimen organizado se ha empoderado como nunca y opera con casi total impunidad a lo largo y ancho del país; que este sexenio ha sido el más violento de la historia moderna del país; que se ha debilitado y casi desmantelado el sistema de salud, o que el sistema educativo ha perdido el rumbo. No hay manera de negar esa realidad. 

Tampoco se puede ignorar que en esta administración se han debilitado las bases de un gobierno republicano y genuinamente democrático. Se ha atentado contra la división de poderes, se ataca constantemente a los mecanismos de contrapeso del poder presidencial como son la Suprema Corte de Justicia, los organismos autónomos (INE, INAI, entre otros) e intentado subordinarlos al poder presidencial. Afortunadamente no se ha llegado a la supresión de la libertad de expresión ni a la represión física, pero es innegable el ataque casi diario a los periodistas, columnistas y medios opositores desde el púlpito presidencial. También se ha hecho un uso faccioso y selectivo de la ley para perseguir opositores (exilio de Ricardo Anaya). Todo esto es parte de la realidad que el oficialismo oculta.

Pero también es cierto que del otro lado no solo hay blancas palomitas, junto al genuino reclamo de parte de la sociedad civil por tener un país seguro, y por fortalecer la democracia, así como por tener una administración en manos de especialistas y con una visión más abierta de las oportunidades que la nueva coyuntura internacional ofrece al país, están muchas de las fuerzas que en el pasado abusaron del poder y se beneficiaron del mismo. No son pocos los que desearían volver por sus fueros. 

La gente que prefiere el cambio no desea volver al pasado. Sigo pensando que Xóchitl es una candidata fresca, genuina, que tiene la capacidad de conectar con la gente -y creo que lo está haciendo-, pero todavía se le percibe muy sola y con dificultades para explicar a la gente en qué consiste el cambio que ofrece. Tampoco se ha deslindado claramente de los vicios del pasado. Los partidos que la apoyan hasta ahora no han desplegado todas sus estructuras para fortalecer al frente opositor en las regiones y localidades. Y en algunas entidades, como Coahuila, se siguen peleando por los huesos. 

Las precampañas están a punto de concluir y las campañas formales empezarán en marzo. Hay tiempo aún para perfilar mejor los ofrecimientos de uno y otro lado, pero no nos libraremos de ser bombardeados por dos realidades alternas en los próximos meses. Como sucede en muchos procesos electorales en el mundo, continuidad o cambio vuelve a ser la disyuntiva, aunque los votantes merecen que se les explique hacia dónde va ese cambio.