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La proeza de Morena y su futuro

AMLO supo captar como nadie el estado de ánimo de una ciudadanía cansada de la corrupción y de la impunidad

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por Manuel Valenzuela

05/06/2023 14:33 / Uniradio Informa / Columnas / Actualizado al 05/06/2023

Por Manuel Valenzuela V.

Para cuando usted lea esta nota ya se conocerán los resultados de las elecciones de este domingo en Coahuila y el Estado de México. Si se confirma lo que marcan las encuestas, Morena habrá ganado la gubernatura en la entidad mexiquense y perdido el estado norteño. Con estos resultados, Morena controlará 23 de las 32 entidades federativas (72%) y gobernará sobre casi 90 millones de habitantes, el 70% del total de la población del país.

Morena habrá alcanzado la cúspide de su poder y, muy probablemente, a partir de ahí iniciará su declive. Sin embargo, más allá de las filias y fobias que genera un discurso divisivo y excluyente como el del jefe del Ejecutivo, hay que reconocer que estos números reflejan que lo realizado por la dupla AMLO-Morena constituye una proeza. Esos resultados para un partido que hace diez años no existía (se constituyó como partido en 2014), hubieran sido impensables para cualquier analista político y mucho más para los dirigentes partidarios.

En su edición del pasado sábado, el periódico El País publicó una nota de Pablo Ferri que, con base en una entrevista a Humberto Beck, investigador del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México, examina este crecimiento espectacular de Morena y sus circunstancias. Recuerdan que Morena surgió como movimiento en 2012, después de la derrota electoral de López Obrador cuando aún compitió bajo las siglas del PRD, y se convirtió en partido dos años más tarde.

¿Qué es lo que explica un cambio político tan significativo? Algo debe de haber hecho bien Andrés Manuel López Obrador para lograr un cambio de tal magnitud teniendo a todas las estructuras de poder en contra. Sé que eso es un tema de los expertos, pero vale la pena hacer algunos apuntes al respecto.

En primer lugar, AMLO supo captar como nadie el estado de ánimo de una ciudadanía cansada de la corrupción y de la impunidad que, en la percepción popular, había caracterizado a los gobiernos anteriores, destacadamente del PRI, pero del PAN que, cuando fue gobierno, no pudo o no quiso cambiar y se adaptó a más de lo mismo. El uso y abuso del gobierno para hacer negocios hartó a la ciudadanía y López Obrador convirtió el tema en el eje se su mensaje que le permitió conectar con los votantes. 

El discurso de la lucha en contra de la corrupción estuvo también en los candidatos del PRI y del PAN, pero la mayoría de los ciudadanos ya no les creyó. Los partidos tradicionales habían dilapidado la confianza que alguna vez tuvieron. Es decir, hubo un contexto político que sólo López Obrador pudo captar y canalizar.

Un segundo aspecto es que Morena ha contado con un liderazgo carismático como el de AMLO que no solo formó el movimiento, sino que además lo convirtió en dependiente de él. López Obrador fue más que un líder opositor, fue una especie de predicador de su propia verdad. Emitió un mensaje muy básico, de buenos y malos, en el que todos los males del país los atribuyó a la corrupción de las élites del poder las cuales -dijo- estaban al servicio de una "minoría rapaz". Fue un mensaje confrontativo impregnado de violencia verbal que, ante la ausencia de alternativas creíbles, poco a poco prendió en la población que le brindó su voto y depositó en él sus esperanzas de cambio. 

Una vez en el poder, López Obrador amplió su movimiento y le dio cobertura nacional. El magnetismo del poder le permitió articular alianzas regionales con grupos, personas y caciques que antes se habían servido de otros partidos. El PRI prácticamente se vació en Morena, y sectores del PAN hicieron lo propio. Resultó muy difícil rechazar, ya no los cañonazos de 50 mil pesos que mencionaba Álvaro Obregón, sino el ofrecimiento de candidaturas a senadurías, diputaciones, gubernaturas y presidencias municipales. De esta manera se expandió Morena hasta alcanzar el poder que hoy tiene.

El problema es que Morena es un movimiento-partido que depende del liderazgo de AMLO y éste ya se va. El final del sexenio se acerca y con ello su poder como presidente de la República, ¿podrá subsistir Morena con la misma fuerza una vez que ya no esté su líder histórico? ¿Podrá el nuevo presidente (hombre o mujer) emanado de Morena (en el supuesto de que gane) ejercer un liderazgo fuerte y unificador del grupo como lo ha hecho López Obrador? ¿Será capaz AMLO de alejarse se la tentación de convertirse en el "jefe máximo de la Cuarta Transformación" una vez que concluya su encargo? O, por el contrario, al estilo del nuevo Plutarco Elías Calles, ¿tratará de manipular al que sigue?

Las respuestas las conoceremos después, pero es un hecho que AMLO puede heredar el poder, pero no su carisma. La gran debilidad de Morena es su carencia de una vida institucional sólida. Cuando se ha sido un movimiento-partido al servicio de su líder es muy difícil institucionalizar su vida interna, por eso Morena no pudo hacerlo. López Obrador todavía parece tener capacidad de operar la sucesión y muy probablemente decidir quién será el próximo presidente. El problema vendrá después, cuando el nuevo líder necesite crear y desarrollar su propio perfil y su proyecto distintivo como condición para asentar su legitimidad. En algún momento tendrá que chocar con el pasado y con su progenitor político. Porque esto no es fácil, lo más probable es que a partir de la cúspide de poder que Morena alcanzará ganando el Estado de México, iniciará su declive. Lo veremos pronto.  

      

 

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