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Las papas de la Conchita

Tips para comportarte apropiadamente con los anfitriones cuando eres invitado a una comilonga.

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por Juan Ángel Vásquez

18/07/2023 09:24 / Uniradio Informa / Columnas / Actualizado al 18/07/2023

@chefjuanangel

                                                                  

- ¡Comadreee, esperee! -

- ¿Cómo le va comadre?, ¡no me había dado cuenta que estaba en misa! -

- ¿Qué van hacer mañana, comadre? Vengan a la casa a comer, ¡tráiganse a los chamacos! En ese preciso momento puse atención a la conversación. "T R Á I G A N S E   A   C O M E R  A   L O S   C H A M A C O S" resonaba una y otra vez en mi cabeza mientras caminábamos a casa.

-Noé, ¿adivina quién nos invitó a comer mañana? - mi hermano se acomodó los lentes y rascó su cabeza -¿Con mi nana Teresa?- antes de terminar la frase lo interrumpí desesperadamente -¡Con la Conchita, la comadre de mamá y papá!-

Conchita era una repostera de alta gama en la Capital del Mundo, hacía deliciosos y delicados pasteles, galletas finas y perfectas, siempre con harto detalle en sus formas y presentaciones.

El día citado nos levantamos muy temprano a bañar y peinar, mi hermano se puso su camiseta favorita de patitos amarillos y yo, mis pantalones de panilla guinda. A las 12 del mediodía ya estábamos listos, sentados en las poltronas de la sala esperando la señal para salir.

Caminamos emocionados a la casa de Conchita, vivía en la calle lateral de la Iglesia, frente al monumento a los Mártires (erigido en memoria de los acaecidos durante la matanza de Villa); mi papá abrió la reja del cerco frontal que resguardaba algunas plantas y rosales, cruzamos el angosto jardín y tocamos la puerta - ¡Comadre, buena tarde!- gritó mi papá, al instante aparecieron María Elena y Jesús Antonio, hijos de Conchita - A ver, háganse a un lado para que pasen los invitados- les dijo su mamá. Pasamos por la sala de sillones verdes, bajamos dos escalones y estábamos en el comedor; observaba con asombro cada detalle, nunca había llegado más allá de los sillones, me causaba mucha curiosidad ver la cocina donde preparaba las galletas que nos regalaba cada 25 de diciembre -¡Pasen, pasen!- dijo Conchita mientras caminaba a la cocina -¿En qué le ayudo, comadre?- dijo mamá, mientras nos hacía señas para que saliéramos al patio donde estaba mi papá con su compadre encendiendo el carbón; me agarré de la falda de mi mamá y caminé con ella hasta la cocina, era un salón largo, con un mueble longitudinal que abrazaba la estufa, refrigerador y lavaplatos; todo con adornos y utensilios escrupulosamente acomodados; las molduras brillaban de limpio, de una cacerola hirviendo salía un aroma a papas -Vete con los niños, Juan Ángel- dijo mi mamá; salí al patio y me ofrecí a llevar y traer de la cocina lo necesario con tal de poder mirar a Conchita en acción. Ahora, mi gran duda era: ¿cuál sería la comida?

En la parrilla había pierniles de pollo espolvoreados con sazonador Lawrys que emitían un olor delicioso -Mijito, ve a la cocina, pide una sartén para echar el pollo asado- Corrí rápidamente y encontré a mi mamá picando apio y cebolla verde mientras Conchita tenía la mitad del cuerpo en el refrigerador, buscando algunos ingredientes. Salí nuevamente al patio y en breves minutos nos llamaron a comer. En la mesa había 8 lugares, cada uno con su respectivo mantel, cuchillo, tenedor y vaso; tomamos asiento y nos trajeron platos con pollo asado junto a una guarnición de color amarillo. En la mesa había ensalada verde, salsa de jitomate y tortillas medianas de harina envueltas en una servilleta de tela. Mi hermano me volteó a ver con cara de duda, olfateó la guarnición y de inmediato Conchita intervino - Gracias por acompañarnos, espero les guste el pollo y la ensalada de papa, me gusta mucho prepararla cuando asamos pierniles, lleva pepinillo, cebolla, apio, huevo, mayonesa y mostaza, además de las papas- En el momento que dijo "huevo", mis alegrías pasaron a segundo término, pero cuando vi la cara de mi hermano al disfrutar aquella receta, tomé el tenedor, la probé y no paré de comer hasta que dejé limpio aquel plato blanco con flores rojas impresas, el pollo y demás acompañamientos pasaron a segundo término, ¡y qué decir del postre, ni recuerdo cuál nos sirvieron!

Cuando somos invitados a una comilonga, lo menos que debemos hacer es comportarnos apropiadamente con los anfitriones:

- No llevar invitados extras.

- No preguntar quién más asitirá a la reunión.

- No llegar antes de la hora planeada.

- No fisgonear en el refrigerador o gabinetes.

- No pasar más allá de los límites que directa o indirectamente han establecido los anfitriones.

- No darle consejos de cocina a los anfitriones, excepto que los hayan pedido.

- No permanecer en casa de los anfitriones hasta altas horas de la noche.

- No regañar a los hijos frente a los anfitriones, hacerlo de manera discreta cuando haya oportunidad.

- No seleccionar los ingredientes de la comida servida al centro de la mesa.

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